Nos amamos en papel y tinta
ensuciando los folios blancos
en nombre del amor.
Encerrando en sobres
besos y abrazos.
Justificando las fechas del matasellos,
acortando y recortando las fechas de correos.
Locuras de kilómetros
que creemos que no nos separan.
Kilómetros de palabras,
palabras de kilómetros,
kilómetros de kilómetros.
Carreteras y caminos
que llevan a ninguna parte
cuando el destino
es la chincheta roja de un mapa.
Historias mínimas e infinitas
cuando tiempo y espacio
se funden en una calle
y Valencia parece la capital del mundo.
Somos dos destinatarios,
dos remitentes,
que intercambian papeles una vez a la semana.
Y una vez al mes bailan
al compás de una pieza musical sorda
que encierra el eco en un Re menor
y repite estrofas con la esperanza
de un "nos vemos pronto,
no estamos tan lejos,
compartimos la misma luna,
y el mismo sol".
Algún día,
por fin,
utilizaré el hilo telefónico
para atar tus muñecas
a la cabecera de mi cama
y el auricular comunicará
con el ritmo loco de un corazón
estrenando sentimientos.
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