• (n) fuerte inclinación hacia los sentimientos, alguien que tiene la capacidad de percibir

    La carta


    Se levantó como cada día. El té con leche, las tostadas y un montón de propaganda en la mesa esperando a ser ojeada o reciclada. El calendario apostaba por que ese día era un 10 de Junio, la temperatura por que ese día era un 15 de Agosto. Debía ser festivo, como cualquier día de sus últimos días. Nada que hacer... solo un cuaderno de notas en blanco sobre la mesa y miles de sentimientos amontonandose en el pensamiento.
    Se volvió a sentar, como tantas otras veces, frente a su escritorio que no era tal; una mesa de aparador que en algun momento le pareció que encajaba con la decoración de aquella habitación. Sobre él, el cuaderno con unos cientos de folios impolutos.
    Hacía tiempo que quería escribirle una carta. Contarle, ¿que se yo?. Que no encontraba trabajo, que tampoco lo buscaba. Que quería hacer cosas y no sabía el qué. Que quería desahogarse y no sabía de qué... al final siempre quedaban un montón de lineas paralelas que unñian ambos lados del folio ocultando tras de sí frases y palabras inconexas. "Inspiración ven a mí" y cerraba los ojos...
    Una papelera, al final de cada día, ahogaba sentimientos y palabras; con miles de hojas arrugadas, rasgadas y desesperadas.
    Finalmente tomó un folio en blanco. Cuidadosamente lo dobló y metió en un sobre con lineas azules y rojas en los bordes; un sobre de aéreo para que llegara bien lejos, para que volara bien alto. No recordaba el número de su puerta, ni tan siquiera el de su patio pero aquella carta de aéreo la recibiría seguro. No había duda.
    Salió a la calle y caminando por las estrechas aceras la gente seguía su imparable ritmo; coches aparcados en segunda fila, niños jugando en los parques... un domingo cualquiera. Y no pudo evitar sonreir. En los auriculares de su ipod sonaba "With my own two hands" y ya no podía para de sonreir. Había encontrado el desahogo que buscaba, tan solo con salir a la calle y ver los colores, las vidas ajenas, las realidades que pasan...
    En su mano el sobre se aferraba fuerte con tal misterioso mensaja.
    Años atrás, en su epoca de adolescente, recordaba un buzón de calvorota amarilla cerca de una plaza; donde más niños jugaban y donde el sobre fue a renacer.
    Al llegar a casa en el buzón le esperaban varios folletos de propaganda que se asomaban por la rendija como lenguas burlonas... y le pareció gracioso. y siguió sonriendo. Los cogió y los dejó sobre la mesa, encima del otro viejo montón.
    El día transcurrió igual que tantos otros, unas cuantas páginas de internet, un curriculum aquí, otro allá, te llamo, quedamos, una cerveza... y sonrisas, muchas sonrisas. Tantas como segundos había vivido.
    A la mañana siguiente se levantó como cada día. El te con leche, las tostadas, y un montón de propaganda que le parecía más interesante que nunca. Se paró a ojearla y, entre Leroy Merlin y Carrefour, apareció un sobre, de bordes blancos y sin remitente, con una letra que le recordaba a aountes de Ingeniería; si alguna vez los hubiera visto. La abrió y otra carta en blanco apareció.

    (Los sueños no se escriben. A veces vale la pena empezar a ser analfabeto porque lo importante siempre se queda por escribir)

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